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Por Abelardo Lara, Country Manager de Veeam México

El Internet de las Cosas (IoT) es una de las innovaciones qué más llaman la atención a los consumidores de todo el mundo. Tanto en el hogar y trabajo como en todo lo que hacemos entre uno y otro, el IoT formará, tarde o temprano, parte de nuestra vida. Esta tecnología promete cambiar todas nuestras interacciones con objetos que van desde ropa deportiva, electrodomésticos, cerraduras, juguetes y televisores hasta maquinaria pesada y aparatos quirúrgicos, pasando por sensores de todo tipo, autos, drones y un largo etcétera, para hacer nuestras diferentes actividades más inteligentes, eficientes y cómodas.

 

De acuerdo con GSMA[1], las conexiones totales del IoT en América Latina crecen hoy día a una tasa anual promedio de 14%. Se estima que para el 2025 habrá 1,300 millones de objetos conectados en la región, la mayoría de éstos en el segmento de los consumidores. ¿Qué implica esto? Por citar sólo un ejemplo, gracias al IoT nuestro refrigerador sería capaz de indicarnos qué productos hacen falta en la nevera e incluso proponernos recetas con ingredientes disponibles, pero más allá de eso (en el mercado mexicano ya hay opciones) podría conectarse con nuestro smartphone, de manera que a través suyo podríamos pedir un Uber, hacer pagos y mucho más, además de que, al tener todos nuestros datos personales, podría servir como apoyo en caso de emergencia.

 

Las expectativas alrededor de los alcances de esta tecnología en la vida diaria son muy altas. Con todo, hay un elemento en contra para las empresas al intentar incluir el IoT en su oferta: se trata de la confianza relacionada con la ciberseguridad y privacidad de los datos que, en el caso de México, es el desafío No. 1, de acuerdo con PricewaterhouseCoopers[2]. El Reporte de Tendencias de Protección de Datos 2020 de Veeam también toca el tema, al señalar que 51% de las organizaciones a nivel global han experimentado pérdida de confianza de parte de sus clientes que está directamente relacionada con el hecho de que tienen una protección de datos pobre o inadecuada a los tiempos actuales.

 

La cantidad y criticidad de los datos que están en juego complican aún más la situación. Pongamos otro ejemplo: además de los registros centrales de todo lo que se ve, una televisión conectada a Internet podría almacenar y gestionar información de tarjetas de crédito de su dueño, las descargas y potencialmente incluso los chats por video. En una era en la que los consumidores están muy pendientes del cuidado de sus datos, y no toleran cuando una empresa no se toma en serio sus preocupaciones en torno a la privacidad y seguridad de éstos, ¿se imagina las consecuencias que podría haber para algún fabricante o proveedor de servicios que permita que esta información caiga en las manos equivocadas?

 

Una cosa es segura: conforme el IoT se afiance más y más a nivel mundial, el cibercrimen seguirá creciendo en torno suyo, provocando el robo o secuestro de datos, debido a accesos no autorizados, así como la pérdida de datos a causa de brechas de disponibilidad y protección (dicho sea de paso, el reporte de Veeam indica que actualmente el 73% y el 69% de las organizaciones tienen una u otra brecha, respectivamente).

 

Así que es preciso contar con una estrategia que permita proteger todos estos datos sin importar de qué dispositivo provengan, considerando el trayecto entre diferentes nubes y plataformas, y manteniéndolos igualmente seguros cuando se encuentren almacenados en infraestructuras físicas o virtuales en los centros de datos.

 

Por supuesto, es vital llevar a cabo tareas de respaldo, y contar con replicación y recuperación ante desastres en la nube, pero ante las características del IoT es necesario ir más allá, y esto se logra con la Gestión de Datos en la Nube, que facilita alcanzar un manejo inteligente de la información a través de un entorno que integra los diversos ambientes e infraestructuras de TI en los que se mueven los datos, que considera un control y visibilidad total de éstos, y que se basa en servicios orquestados y automatizados para que la información que se genera y consulta en dispositivos IoT permanezca segura y disponible. Sólo de esta forma, la balanza del IoT se inclinará más hacia las ventajas que brinda que a los riesgos que genera.

[1] “La economía móvil América Latina 2019”, GSMA.

[2] “Ciberseguridad, ¿el archienemigo del internet de las cosas?”, PricewaterhouseCoopers.

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