¿Estamos viviendo la madurez de la era digital? ¿El desarrollo de las tecnologías habrá llegado a un punto donde la vida sea más sencilla y los cambios futuros sean menores? ¿Internet tiene áreas de oportunidad o solamente continuará con su crecimiento sostenido? Hoy en día, el 50% de la población mundial es usuaria de internet, con un crecimiento del 260% con relación al año 2000. ¿En el año 2050 todo el mundo será parte de la red?
Tal vez no estemos viviendo la madurez, sino apenas los albores de la era digital. Durante el siglo XX muchas personas trabajaron aleatoriamente, y muchas veces sin saberlo, en el desarrollo de las computadoras por un lado y de las redes por el otro. Fueron caminos separados que, cuando se tocaron, dieron lugar al mayor de los inventos del siglo XX y uno de los que ha modificado más la vida de los seres humanos: internet.
Para conocer más acerca de la historia de los actores, los genios y los sucesos históricos que culminaron con la creación de internet es ampliamente recomendable el libro Los innovadores: los genios que inventaron el futuro (Debate, 2015), de Walter Isaacson.
Hoy en día, tres tecnologías en desarrollo podrían tocarse en un futuro cercano y concluir en una revolución aún más poderosa e importante que la que vivimos a finales del siglo XX: Blockchain, el internet de las cosas y la inteligencia artificial.
Gracias a ello, n las próximas décadas, si no es que años, podríamos ser testigos de la desaparición de los bancos y otras instituciones centrales; tener refrigeradores, alacenas, zapatos, coches y casas inteligentes; y convivir con sistemas no humanos que, al menos, simulen las emociones, lo cual llevará a prácticas maravillosas en ámbitos que van desde la medicina hasta la política.
Imaginemos, por ejemplo, que nano-organismos sean inyectados en nuestro sistema nervioso y que podamos desde prevenir infartos hasta modificar nuestro metabolismo. Podremos descargar aplicaciones, no a los dispositivos, ¡sino a los cerebros! Tal vez Matrix no planteaba ideas tan descabelladas.
Pensemos, y eso podría efectuarse ya, en elecciones sin posibilidad de fraude. No haremos más filas en bancos. Plataformas de computadoras y dispositivos conectados entre sí, sin la necesidad de servidores centrales, harán posible transferir valor de cualquier tipo, permitiendo desde el enriquecimiento de las personas en lugar del de los intermediarios hasta mejor calidad de vida.
Si nuestros refrigeradores y alacenas se vuelven inteligentes, los grandes almacenes (retail) tenderían a desaparecer, pues no solamente sabrían que hace falta o que sobra, sino que estarían en comunicación con los refrigeradores y alacenas de los vecinos y los productores distribuirán directamente sin necesidad de intermediarios. Y como tampoco habrá un banco o alguna otra institución financiera en el medio, ¡la vida será más barata!
Nos moveremos, también, de maneras más prácticas, rápidas y eficientes. ¡Y sin contaminar! Pues el transporte utilizará energía solar, será más cómodo, estará en la puerta de tu casa u oficina cuando lo necesites y, claro, no necesitará conductores.
¿Cómo nos organizaremos colectivamente? ¿Cómo trabajaremos y qué trabajos haremos? ¿Cómo amaremos? ¿En qué ocuparemos nuestro tiempo? Los cambios por venir son tantos y ocurrirán de una manera tan veloz que es apasionante saber que, como a ninguna generación le ha ocurrido, dejaremos un mundo radicalmente diferente al cual encontramos al nacer.
Por supuesto, hay además muchos retos legales y financieros. Pero un cambio más profundo tendrá que darse en la base de los sistemas económicos y sociales. Si bien el capital fue el actor fundamental para el desarrollo, el progreso y los avances científicos y tecnológicos en el siglo XX, en el siglo XXI un factor clave frenará o impulsará los movimientos: la dignidad humana. Si la persona y su medio ambiente no son el eje de todo proceso la tendencia será más bien hacia un mundo caótico y violento.