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“Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal”.

Jorge Luis Borges, “El Inmortal”

 

¿Te gustaría vivir 100 años? Imagina que pudieras tener un cuerpo joven y sano constantemente. Supón que tu mente funcione toda tu vida a la perfección. ¿Vivirías 150 años? ¿Incluso unos 200? O mejor aún, ¿te gustaría alcanzar la inmortalidad?

Para muchos filósofos y pensadores, el hombre –la vida del hombre– solo tiene sentido en su relación con la muerte. Sein zum Tode, el hombre, diría Heidegger, es un “ser-para-la-muerte”. De otro manera, nos volveríamos trogloditas, encerrados en cuevas, alienados en nuestros propios pensamientos, como en el cuento de Borges.

Sin embargo, ya desde los sumerios, la primera gran civilización humana, y seguramente antes, los hombres soñaban con vencer a la muerte. Gilgamesh no soporta la muerte de su amigo Enkidu y comienza la búsqueda de la inmortalidad.

Ahora bien, la ciencia contemporánea se ha propuesto dar un paso más allá de la ficción y la mitología, con proyectos específicos cuyo fin es encontrar una fuente de la eterna juventud.

De acuerdo con el paradigma actual de las ciencias biomédicas, el envejecimiento y la muerte no son destinos inevitables que todos alcanzaremos, sino el resultado de un programa que puede ser alterado. Son problemas técnicos tienen soluciones técnicas.

En 2013, Larry Page, creador de Google, desarrolló la empresa California Life Company, Calico, con un objetivo claro: alargar la vida de los seres humanos y luchar contra el envejecimiento.

Calico, dirigida por Arthur Levinson (presidente de la junta directiva de Apple) y compuesta por un equipo de científicos de áreas como la medicina, la genética, la biología molecular, desarrollo de medicamentos y biología computacional.

La misión es “aprovechar las tecnologías avanzadas para aumentar nuestra comprensión de la biología que controla la vida. Usaremos ese conocimiento para diseñar procedimientos que permitan a las personas llevar vidas más largas y saludables”.

El primer enemigo a vencer, por supuesto, es el cáncer. Y la batalla no es fácil. Desde principios del siglo XX, Marie Curie pensó la radiación sería la cura. Desde entonces, cientos de médicos y científicos han contribuido con avances en la investigación y con el desarrollo de medicamentos. Sin embargo, anualmente mueren más de 8 millones de personas en el mundo por causas relacionadas con el cáncer y se estima que para 2030 el número aumente a 13 millones de personas al año.

Pero hoy en día, la tecnología avanza a tal velocidad que nos hace creer que todo es posible. Con los nanorobots, la manipulación genética, la inteligencia artificial, entre otros, estamos creando un nuevo mundo, cuyas implicaciones difícilmente podemos imaginar.

Supongamos que en los próximos años, Calico descubre una cura contra todos los tipos der cáncer. ¿Qué sigue? Una cura contra todas las enfermedades degenerativas. Procedimientos de rejuvenecimiento total. ¿Personas de 120 años con cuerpos de 25 (actuales)? ¿La inmortalidad?

En este mundo que estamos construyendo muchas cuestiones éticas quedarán sin respuesta. ¿Qué pasaría con las religiones en el mundo de los inmortales? ¿Qué pasaría con la economía? ¿O a lo mejor ese mundo futuro solo será accesible para el 0.7% de la población mundial que hoy tiene casi el 50% de la riqueza en el planeta?

Tal vez el 99% de la humanidad esté destinada a desaparecer en el momento en que la ciencia alcance sus objetivos. El resto tomará una pastilla diaria para mantenerse siempre joven. Pero habrán que tener cuidado de no construir ese lugar que vislumbraba Borges en su cuento: “Esta Ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz”.

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Ciudad de México, 1977. Es director general de Editorial Paralelo 21, donde ha trabajado durante los últimos 10 años y donde además ha sido director editorial y editor en jefe de la revista Mexicanísimo. Es colaborador y escritor de la editorial México Natural. Además ha trabajado en otras áreas como publicidad y logística. Es fanático del Real Madrid y de los Pumas. Entre sus escritores favoritos están Kafka, Gonçalo M. Tavares, Antonio Lobo Antunes, Borges y Octavio Paz.