Compartir

La relación con el espacio y lo público es manejado desde nuestros primeros procesos de socialización. Imaginemos que caminamos por una calle de acera ancha, con restaurantes y cafés, algunos comercios que brindan servicios en sus plantas, nos topamos con niños jugando, señores que aceleran el paso para llegar a sus trabajos y personas mayores que revisan el periódico mientras conversan con alguien en una esquina. Es una imagen cercana ¿cierto?

Estamos rodeados de este tipo de relaciones, vivimos recorriendo ciudades y pautando encuentros:

  • Café con Laura a las 10am en la Torre Equis
  • Almuerzo con José a las 12m en el Restaurante Doble Equis

Si alguno de estos recorridos se obstruye o compromete, es posible que nuestra agenda también lo haga. Nos sentamos en un banco de una plaza y decidimos esperar la hora de encuentro. En esta plaza hay una manifestación/protesta. ¿Cómo se reunieron tantos en un mismo sitio y de forma tan rápida? ¿cuál es la causa que los une?

Tal como nosotros coordinamos nuestros tiempos a través del uso de aplicaciones y mensajerías instantáneas hay una creciente presencia de activistas en las redes sociales, quienes gestionan sus causas y las potencian desde la apropiación de dichas redes. De esto se tienen varias experiencias de escala mundial (La primavera árabe 2010-2013, por ejemplo).

El espacio público “es un lugar de relación y de identificación, de contacto entre las personas, de animación urbana y a veces de expresión comunitaria”[1], en este breve concepto encontramos al menos cuatro características fundamentales: relación, identificación, conexión y expresión ¿acaso no son las mismas características del espacio virtual?

Lo que ha ocurrido es una apropiación política del espacio virtual, tal y como se manifiesta en el espacio público concreto, dotando de significados las interacciones que vemos en ellas. No es al azar que grandes movimientos han devenido de procesos de apropiación de redes como Twitter o de posicionamiento discursivos, creando tecnoafectividades que aglutinan ideas, generan acuerdos y comparten causas.

La historia inicial es un relato de la vida cotidiana, a esto le incorporamos las acciones de micropolíticas que comienzan a incidir ya no solo en el espacio físico, sino en el virtual, creando una finalidad para la acción y colocando elementos subjetivos en ello: el discurso, las imágenes, la creación de grupos, de memes y gifs que busquen no sólo comunicar ideas sino accionar sobre el espacio físico.

Esta relación en algunos casos no es tan evidente, pensemos en esto: así como encontramos elementos de la vida cotidiana en el relato también lo conseguimos en las formas de relacionarnos, identificarnos, conectarnos y expresarnos a través de las redes sociales, los blogs y demás herramientas que utilizan aquellos que se unen bajo una causa y lo encaminan desde lo virtual con prácticas de autogestión, cuidado, recreación, esparcimiento y seguridad colectiva autorregulada.

Crédito foto: https://morguefile.com

[1] Jordi Borja (2003). La ciudad conquistada. Alianza: Barcelona.

Compartir