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Al calor del descontento social que existe en México contra el Gobierno Federal, las noticias falsas que se difunden principalmente en redes sociales, se erigen hoy más que nunca como el mecanismo más eficaz de comunicación política en detrimento no sólo de políticos e instituciones sino de la propia sociedad.

Y en el corto plazo, este fenómeno se agudizará en tanto las plataformas digitales como Facebook y empresas como Google no apliquen políticas efectivas para su neutralización y las instituciones públicas desarrollen capacidades para enfrentar esta amenaza.

Una buena parte de los usuarios del ecosistema digital se escandalizó cuando el escritor y filósofo italiano, Umberto Eco, acusó a las redes sociales de haber generado una “invasión de imbéciles”, ya que “dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”.

Era obvio que Eco no se refería a quien discrepa planteando sus ideas por incomprensibles que éstas sean, sino a ese grupo de internautas que por razones políticas, ideológicas o mero humor personal difunden contenido falto de veracidad y especialmente sensible en una coyuntura política y social.

En México, este fenómeno se vive desde 2009 cuando la crisis de seguridad en los estados del norte provocó episodios de psicosis colectiva como consecuencia de la difusión de información falsa de hechos de violencia que agregaban más miedo a la situación real de inseguridad que aún se vive en varias regiones del país.

En semanas recientes, en el contexto de la protesta social contra el Gobierno mexicano por el llamado “gasolinazo”, se difundieron fotografías e información que aludida a sucesos en específico que jamás ocurrieron pero que cumplían con sembrar miedo y caos.

El grave problema no es privativo de México y su compleja inestabilidad social.

La dinámica de publicación de noticias falsas afectó a la mítica democracia norteamericana y le ha sembrado dudas.

Los titulares en la prensa internacional han cuestionado el triunfo de Donald Trump y han hecho al mundo voltear a Rusia como responsable de la difusión de la información apócrifa.

Los gigantes de la tecnología están preocupados.

No hace mucho que Google dio a conocer la prohibición de sitios que difundan noticias falsas en tanto que la red social más utilizada en el mundo, Facebook anunció medidas para evitar la propagación de contenido falso.

Esta misma semana, el presidente electo de EE.UU. Donald Trump calificó  al jefe actual la CIA, John Brennan de “filtrador de noticias falsas” y a CNN de divulgar información de este tipo.

Estemos asistiendo a una nueva era en el que el poderío de las redes sociales, cruzó los límites de la conversación para dar espacio a mentes siniestras para detonar el miedo entre la población.

El ciberterrorismo comienza a cobrar forma.

Una amplia comunidad de usuarios están usando los medios sociales para generar pánico entre la población con una finalidad política.

Para mala fortuna de la sociedad, está fórmula ha sido probada y es efectiva en un contexto de indefensión estructural de las instituciones públicas que se aferran a modelos anacrónicos de comunicación social que privilegian medios tradicionales para una sociedad que decide qué ver; cómo y cuándo.

La facilidad con la que se puede viralizar un rumor, una imagen o un video es directamente proporcional a la falta de capacidad de reacción de las instituciones gubernamentales ante una amenaza en la red.

Insisto, sin un compromiso sólo de parte de empresas como Google o Facebook y la voluntad política de las autoridades y sus instituciones para reaccionar con mayor contundencia, las noticias falsas se aprestan para tomar el control en la narrativa de odio y división que amenaza a nuestras sociedades.

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