En la etapa final del proceso electoral que más intensamente se ha vivido en los
medios sociales en nuestro país, hay más dudas que respuestas: ¿será verdad tanta
mentira? ó ¿será mentira tanta verdad?, ¿la intervención de las huestes digitales de
los candidatos se transformará en votos? ¿la satisfacción de necesidades
comunicacionales de la sociedad en las redes sociales afectará el ánimo del elector?
¿el acarreo tradicional triunfará sobre la conversación influenciada?
En unos días más nos daremos cuentas de la efectividad de las redes para persuadir
en la decisión de los electores de 16 Estados del país, 12 de los cuales renuevan
Gubernatura.
FOGÓN ENCENDIDO
Apenas hace unos años, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama advertía
que las redes facilitaban la organización de protestas y detonaban demostraciones
de descontento hacia un régimen pero en rigor, solo producían el equivalente a un
fogonazo en un sartén sin el suficiente calor para mantener la casa caliente durante
un periodo largo, pues según Fukuyama, nada se compara con el tedioso trabajo de
organizar un partido calle por calle.
Ya vimos ésta tesis reflejada en aquel célebre #YoSoy132 contra Enrique Peña Nieto
en 2012. En efecto, no pasó de ser un mero fenómeno viral sin efectos electorales
relevantes.
En 2015, vimos el fenómeno de Jaime Rodríguez El Bronco, en Nuevo León, un
político de origen partidista que asume el liderazgo de oposición con el discurso anti
sistema que lo lleva al triunfo y una vez, llegado al poder, retoma los mismos vicios
que tanto criticaba terminando con el encanto.
Hoy, en la fase final del proceso electoral vemos nuestros muros llenos de
expresiones de apoyo hacia candidatos, partidos políticos pero sobre todo feroces
críticas entre los contendientes; por el otro, el trabajo tradicional de los operadores
electorales a la antigua recorriendo colonias, llenando formularios y confiando en la
movilización de la estructura el día de la elección.
La disputa está también en la organización de cada campaña.
Nativos digitales luchan todos los días contra migrantes digitales sin habilidades ni
mentalidad, tan solo provistos de herramientas tecnológicas, en una tentativa de
imponer un nuevo estilo de convencer.
En cada campaña, las estructuras de partido, institucional y de campaña van en
rutas distintas en cuanto objetivo, metas y alcance en la operación de redes sociales.
Mismo público, mismo alcance: los contenidos generados por la campaña y su
operación, genera poca atención social y estos son compartidos por aquellos cuya
identificación con el candidato y partido está ya asegurada.
La conversación suena inflada, sin participación orgánica y en el extremo, cada red
social abona a este fenómeno con un exceso de pauta agresiva hacia sus usuarios.
Enfrente, una sociedad envalentonada para expresar sus inconformidades al calor
de la denostación pública.
Los contenidos de los candidatos de oposición responden a las necesidades
comunicativas de la población, razón por la cual los usuarios los comparten y
participan en ellos (con opiniones y likes).
En el oficialismo, nadie se atreve a defender y no porque carezcan de argumentos,
sino porque meterse en una conversación contra cientos de ‘bots’, equivale a
‘meterse entre las patas de los caballos’.
Y en su gran mayoría, la dinámica comunicativa y el contexto social ha colocado el
tema de seguridad en una especie de referéndum y ha llevado la campaña al terreno
del eje temático sistema-antisistema.
¿Que pasará?
Hay dos escenarios: por un lado, la movilización tradicional es un trabajo partidista
que no se dejará de hacer; lo hacen todos los partidos en el mundo aunque la
evidencia histórica sugiere que ya es insuficiente, lo que obliga a la incorporación de
mecanismos de auditoría de operación en tiempo real para lo cual son
indispensables todo tipo de gadgets.
La operación tradicional de movilización lleva ventaja al movilizar y auditar en
tiempo real.
Por otro lado, los segmentos que más participan en las conversaciones en medios
sociales son los que estadísticamente menos suelen participar, lo que eleva el riesgo
que todo se quede en los muros y no se traslade a la movilización el día de la
elección.
En cualquier caso, será la prueba de fuego para las redes sociales en términos de la
efectividad de las estrategias comerciales y de conversación influenciada.
El fogón está encendido.