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Lewis Mumford, en su libro “La ciudad en la historia”, revisa los orígenes y naturaleza de las ciudades, desde Egipto hasta la edad moderna.  Leyéndolo parece que nos hubiéramos olvidado de todo. Nuestras ciudades son un caos, y las pequeñas aún más. La escala territorial no debería tener esa escala mental.  Porque al final, es desde las ciudades pequeñas o medianas desde donde puede venir el cambio: las secundarias, esas en las cuales la presencia del Estado ha sido menor, y por tanto el sector privado ha sido motor, pueden mostrarnos un nuevo modelo. Uno pensado desde los municipios, con la tecnología necesaria, la inteligencia justa y las obras esenciales a una escala correlacionada con la visión de la ciudad puede ser desde donde empecemos a recordar y actuar – y no a reaccionar.

 

¿De qué nos hemos olvidado?

Ya desde Roma, por no ir hasta Uruk, los temas que hoy nos aquejan o estaban previstos, o estaban estudiados, o estaban solucionados.

 

  1. Que hay una escala para las ciudades.
  2. Que el espacio público fue lo primero (foro, acrópolis, ágora).
  3. Que la previsión y la política conscientes estaban en la fundación de la ciudades – al menos implícitamente.
  4. Que, al proyectar las ciudades, el pavimento de las calles, la provisión de agua y el saneamiento eran los primeros servicios con que se contaba.
  5. Que las congestiones de tráfico eran ya objeto de reglamentaciones y relocalizaciones. Leonardo da Vinci había propuesto separar las vías de tráfico rodado y las calzadas para peatones, poniéndolas en otro nivel[1].
  6. Que hay que mantener un cinturón en donde no se puedan erigir edificios, para que la ciudad no se disperse, que mantenga compacta.

 

¿Y al final es amnesia, incompetencia… o qué es?

Como bien dice Mumford, “en la planificación de ciudades, los costos iniciales bajos no denotan necesariamente economía; porque si la instalación necesaria ha sido concebida y construida sólidamente, lo que realmente cuenta es el costo final, considerado a través de toda perspectiva de vida”. Así, la Cloaca Máxima de Roma (construida en el siglo VI) ha resultado ser una de las obras de ingeniería más baratas de la historia, pensada para una metrópoli de más de un millón de habitantes, cuando Roma tenía 45,000 pobladores.

 

Pueden ser todas estas cosas; pero además incultura, no conocer la historia, no tener en cuenta el contexto, la región, las interacciones. Como bien decía Octavio Paz: “la geografía es la madre de la historia”. La falta de visión regional, la excesiva retracción municipal, la infraestructura por misma y no por el servicio a brindar, la ciudad a pesar de la agresión… Todo esto posibilita que, a pesar de habernos olvidado de todo, sepamos todo lo que debemos hacer.

[1] Mumford. L. “La ciudad en la historia”. 1961.

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