En su libro la Herencia, Arqueología de la Sucesión Presidencial en Méxioco, Jorge Castañeda describe uno de los episodios más relevantes del sistema político mexicano cuya tesis se sigue reflejando en la dinámica comunicacional de nuestras instituciones: “En una de las más irónicas y fascinantes paradojas del mecanismo sucesorio, el instante de mayor poder del Presidente es también el momento de su ceguera máxima. La suma expresión de su poderío consiste en la imposición del sucesor de su agrado; pero ese acto, culminación de años de preparativos, de empeños, de artes y mañas, se consuma en la noche más oscura de su vida: cuando nada ni nadie ilumina el camino ni los escollos por venir”.
Castañeda aborda así la dinámica que rodeó por años la sucesión presidencial en nuestro país en la época del partido hegemónico.
No creo que en 2017, el Presidente de México atraviese por el momento de mayor poder sino al contrario, sus niveles de aprobación son los más bajos para un mandatario mexicano en la época reciente.
Lo que sí es evidente, es esa especie de ceguera que parece o demuestra tener.
Hace unos días, Enrique Peña Nieto se reunió con la élite de comunicadores pertenecientes a los grandes consorcios mediáticos nacionales y justificó sus bajos niveles de aprobación con lo que llamó – según los presentes- una tendencia internacional antisistema que detona en las redes sociales.
El Presidente parece no notar que la economía que no está creciendo es la de México, con independencia de lo que suceda en Colombia; que la cifra de homicidios de la guerra contra el narcotráfico está desbaratando familias mexicanas no a las nicaragüenses; o que el aumento a los precios de las gasolinas nos molestó a los automovilistas que vivimos aquí no a la sociedad de Honduras y así.
Los mexicanos tienen suficientes razones para no aprobar la gestión de Enrique Peña Nieto y en efecto, cuentan ahora con plataformas digitales para hacer notar su sentir, pero no tiene nada que ver con la influencia de movimientos antisistema en el resto del mundo.
Si eso fuera, las marchas contra el gasolinazo se debieron haber dado en todo el país, cuando en realidad solo se expresaron de manera contundente en la ciudad de México y por los mismos grupos de siempre. Nada nuevo que no hayamos visto hace años.
Bajo este contexto es que el régimen de Peña Nieto enfrenta una reacción hostil por sistema de todo el ecosistema de las redes sociales porque no sabe comunicar sus decisiones a una generación conectada que opina, propone, critica y cuestiona.
En la era de la información, la escala de preocupaciones de la sociedad en la red dificulta a las organizaciones políticas una respuesta oportuna y es eso lo que está detrás de los bajos niveles de aprobación Presidencial.
No es que exista un movimiento antisistema desde el exterior sino que es la expresión de una sociedad frustrada por la incapacidad del Gobierno para resolver con soluciones innovadoras los grandes problemas nacionales.
La ciudadanía digital exige a los políticos una mayor y mejor comunicación de sus acciones y no como lo hizo el Presidente que tuvo que reunir a una élite para tratar de convencerlos de sus acciones.
Le queda muy poco tiempo al Gobierno, pero creo que en su despedida, debería de aprovechar a la tecnología y la comunicación horizontal para enviar mensajes que conecten y no que solo informen.
De no hacerlo, la ciudadanía digital está lista para reinventar el sistema político y lo hará desde sus dispositivos evidenciando cada vez de manera más cruel a los políticos que como Peña Nieto, se nieguen a entender y aceptar esta compleja realidad.
