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diciembre 4, 2025El nuevo sistema nervioso corporativo: la IA como una estrategia
Durante la última década, la tecnología en la empresa se entendió bajo una premisa utilitaria: software para hacer cosas. Sin embargo, la Inteligencia Artificial (IA) ha trascendido esa categoría para convertirse en algo mucho más fundamental. Ya no estamos ante una “herramienta” que se saca de la caja para una tarea específica, sino ante el nuevo piso sobre el que se construye la empresa moderna. La IA ha evolucionado para ser el tejido conectivo —un sistema nervioso central— que redefine la estrategia, automatiza la creatividad y, crucialmente, exige una nueva arquitectura ética.
Si las cifras de McKinsey son correctas y la IA generativa tiene el potencial de desbloquear hasta 463.000 millones de dólares anuales solo en productividad de marketing, la discusión deja de ser técnica para volverse financiera y existencial. Para principios de 2024, el 72% de las organizaciones ya había adoptado esta tecnología en alguna función; lo que ayer era un experimento audaz, hoy es la única respuesta viable ante la volatilidad del mercado.
La ruptura del triángulo imposible
Históricamente, la gestión empresarial se ha regido por una restricción inmutable: se puede tener calidad, velocidad o volumen, pero nunca los tres simultáneamente. La IA generativa ha comenzado a desmantelar este “triángulo imposible”, y su puerta de entrada ha sido, previsiblemente, el departamento de marketing. Aquí, la promesa tecnológica se traduce en ingresos inmediatos, permitiendo una toma de decisiones y una producción creativa a una velocidad inalcanzable para equipos humanos aislados.
El caso de IBM en colaboración con Adobe ilustra este cambio de paradigma. Al utilizar modelos generativos como Firefly, el gigante tecnológico no solo optimizó procesos, sino que escaló la excelencia: produjo más de 1.000 variaciones de activos de marca, logrando un engagement 26 veces superior al promedio. En paralelo, en el sector retail, A.S. Watson implementó un “asesor de piel” basado en IA que analiza selfies de los clientes. El resultado fue un incremento del gasto por usuario de cuatro veces. Estos casos demuestran que cuando la personalización deja de ser invasiva para ser útil, la conversión se dispara. La lección es clara: la IA no solo reduce costes operativos; amplifica la capacidad de ingresos mediante una hiperpersonalización real.
No obstante, esta sofisticación es insostenible sin una infraestructura de datos robusta. La acumulación de herramientas tecnológicas (MarTech) ya no es sinónimo de madurez digital; la tendencia dominante es la consolidación. Para que este sistema nervioso funcione, los silos de información deben caer. La prioridad del stack moderno es la unificación a través de plataformas de datos de clientes (CDP) y la capitalización del first-party data. En un mundo post-cookies, el dato propio es el activo más valioso, permitiendo una hiperautomatización donde la IA no solo redacta correos, sino que orquesta viajes de cliente completos y asigna presupuestos en tiempo real.
El talento en la era de la aumentación
Mientras la infraestructura se consolida, el factor humano enfrenta su propia crisis de identidad. Gallup alerta que una cuarta parte de la fuerza laboral teme a la obsolescencia, una ansiedad comprensible pero que, mal gestionada, paraliza la innovación. La respuesta de las empresas líderes no es el reemplazo, sino la simbiosis.
LATAM Airlines emerge como un ejemplo brillante de adaptación regional ante este desafío. Su equipo de datos e IA, que pasó de 8 a más de 100 especialistas, opera bajo un modelo híbrido: un núcleo central diseña la infraestructura, mientras células de datos se insertan directamente en las áreas operativas. Este enfoque transforma la IA de un “proyecto de TI” a una herramienta de negocio cotidiana. Confirma, además, la tesis de la “Ampliación de la Brecha de Talento”: la tecnología no sustituye a los expertos, sino que agranda la distancia entre quienes saben formular las preguntas correctas y quienes se limitan a esperar respuestas automáticas. La curiosidad digital se convierte así en el nuevo coeficiente intelectual corporativo.
Sin embargo, la velocidad de implementación conlleva riesgos inherentes. Sin los rieles adecuados, la IA tiene la capacidad de destruir valor y reputación a una escala masiva. Las “alucinaciones” corporativas ya tienen precedentes costosos: desde multas por discriminación algorítmica en iTutor Group hasta la obligación de Air Canada de honrar descuentos inventados por su chatbot.
Por consiguiente, la gobernanza no puede ser un pensamiento secundario. Los pilares de una IA responsable —explicabilidad, mitigación de sesgos y supervisión humana— son ahora imperativos financieros. Debemos erradicar las “cajas negras” para entender por qué un modelo toma una decisión y auditar constantemente los datos de entrenamiento para evitar sesgos heredados. La regla de oro permanece: la IA propone, pero el humano valida, especialmente en interacciones sensibles.
El horizonte: Hacia el cliente máquina
Mirando hacia el futuro cercano, la naturaleza misma de la búsqueda y la compra está mutando. El SEO tradicional está cediendo paso al GEO (Generative Engine Optimization). Pronto, la competencia no será por clics en Google, sino por ser citados como la fuente autorizada en la respuesta sintetizada de un agente de IA.
Gartner estima que para 2030, una porción significativa de las compras será delegada a “clientes máquina”. En este escenario, las marcas deberán ser legibles no solo para los humanos, sino preferibles para los algoritmos que actuarán como intermediarios.
Para cerrar la brecha entre esta teoría y la acción ejecutiva, los líderes deben auditar sus organizaciones bajo cuatro lentes inmediatos. Primero, la integridad de los datos: asegurar que Marketing y Ventas operen con una única fuente de verdad. Segundo, la seguridad: definir políticas claras sobre qué información es admisible en plataformas públicas como ChatGPT antes de enfrentar una crisis de privacidad. Tercero, la experimentación táctica: iniciar pilotos de automatización en tareas repetitivas hoy mismo. Y finalmente, el reskilling interno: identificar y formar a los curiosos dentro del equipo antes de buscar talento fuera.



