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diciembre 5, 2025Por Gerardo Juárez “Bola”
Hace unos años escribí un artículo titulado Descontrol Cultural. Lo elaboré al amparo de mi maestría en Artes Liberales y Ciencias, con enfoque antropológico, en San Diego State University, donde estudié cómo las fuerzas culturales moldean comportamientos, estructuras sociales y percepciones colectivas. Aquella reflexión analizaba cómo México había adoptado —casi sin darse cuenta— valores ajenos que terminaron reconfigurando nuestra identidad.
Hoy, ese marco antropológico vuelve a tomar relevancia ante un fenómeno mucho más profundo: la irrupción de la inteligencia artificial generativa. Pero, a diferencia de aquella transformación silenciosa, esta vez no estamos ante un riesgo, sino frente a una oportunidad histórica para empresas, líderes y países enteros.
La IA generativa no es un gadget. Es un nuevo entorno operativo que redefine cómo pensamos, decidimos, creamos y competimos.
Un salto comparable a la aparición de la escritura o la imprenta, pero con una velocidad sin precedentes.
No es tecnología: es infraestructura cognitiva
La IA generativa dejó de ser un experimento para convertirse en una capa transversal que impulsa todas las funciones de una organización. Acelera ventas, estandariza mensajes, reduce fricción, automatiza análisis y multiplica la productividad. En esencia, amplía la capacidad humana.
Las empresas que la adopten con claridad estratégica verán efectos inmediatos en eficiencia y competitividad. Las que no lo hagan operarán en slow motion dentro de un mercado que ya corre a otra velocidad. La pregunta central no es si la IA sustituirá empleos. La pregunta es: ¿las empresas que no adopten IA podrán sobrevivir?
Titubear es perder mercado
La resistencia cultural es hoy el mayor freno para América Latina. El miedo a “perder control” o “perder humanidad” distrae del punto esencial: hoy se pierde más por no usar IA que por usarla.
Tu competencia ya la usa. La pregunta es si tú sigues discutiendo mientras ellos ya ejecutan. En entornos de aceleración, la prudencia excesiva se convierte en riesgo. Llegar tarde es la única manera verdadera de fracasar.
Por primera vez, no estamos llegando tarde
Lo extraordinario de 2023–2025 es que la adopción global fue simultánea. No hay diez años de ventaja para nadie. El playing field está sorprendentemente nivelado. Y ahí México y Latinoamérica tienen una ventaja cultural poderosa: somos creativos, flexibles, colectivos y resolutivos. Eso que a veces llamamos “caos latinoamericano”, en esta era se traduce en alta capacidad adaptativa. La IA no requiere infraestructura pesada. Requiere mentalidad, ritmo y método. Y estamos mejor posicionados de lo que creemos.
La pregunta estratégica clave: ¿quién entrena a quién?
Durante décadas importamos metodologías y buenas prácticas. Con la IA generativa ocurre lo contrario: los modelos aprenden de nosotros. Cada interacción alimenta la inteligencia que luego nos asistirá en miles de decisiones.
No somos usuarios pasivos: somos co-creadores del sistema operativo del futuro. Y aquí aparece un punto crítico: la IA no se domina por intuición, sino por metodología. El problema de no aprender IA con método es que proliferan sesgos y creencias erróneas: ideas infladas sobre lo que “puede hacer” y miedos infundados sobre lo que “no puede hacer”. Sin una guía clara, se confunde automatización con inteligencia, asistencia con sustitución, y eficiencia con amenaza. Y lo más delicado: estos errores distorsionan decisiones empresariales. Por eso es indispensable comprender el espectro amplio de uso de esta nueva intelectualidad artificial.
En pocas palabras: para que la IA multiplique capacidades, primero hay que aprenderla bien. Y aprenderla bien exige método, como todo en la vida.
La urgencia es cultural, no técnica
El reto no está en comprender la IA en abstracto, sino en reconfigurar la cultura organizacional para integrarla con disciplina y propósito. Esto exige:
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Capacitar a todos los colaboradores, no solo a innovación.
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Rediseñar flujos de trabajo humano–IA.
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Establecer criterios de calidad y seguridad.
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Medir impacto en productividad, ventas y EBITDA desde el primer mes.
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Adoptar un modelo real de aprendizaje continuo.
Las organizaciones que lo hagan tendrán una ventaja estructural imposible de replicar después.
Una oportunidad generacional
La IA generativa no viene a sustituirnos. Viene a potenciarnos. Así como la escritura multiplicó la memoria humana, la IA multiplicará la inteligencia operativa de las organizaciones. Pero esta vez, el nivel del salto dependerá de qué tan bien aprendamos a usarla.
Estamos frente a una oportunidad que no se repite. Y lo más inteligente —estratégicamente inteligente— es entrarle ya, y aprender con método.
La IA generativa no es el fin de nada. Es el comienzo del siguiente nivel de competitividad.


