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Quizá no te suene el nombre de este vloguero, pero esto puede hacer que te interese: a sus 22 años tiene 17 millones de suscriptores en YouTube. Esa masa permite que sus ingresos por publicidad en el canal se estimen en un millón de dólares mensuales, según Forbes. En general, en sus videos hace bromas pesadas y se arriesga (por ejemplo, se tira en paracaídas), además de postear sobre sus viajes y promover sus artículos. Su popularidad entre adolescentes ha hecho que también lo contraten como actor y modelo publicitario.

A principios de año, mientras estaba en Japón, fue al bosque Aokigahara. Este es conocido por ser un lugar que muchos japoneses eligen para cometer suicidio y, por tanto, se dice que fantasmas lo rondan. Según esto, la idea del vloguero era acampar ahí con amigos y probar si veían fantasmas, pero al entrar al bosque encontraron el cuerpo de un hombre que se había colgado hacía pocas horas. Los muchachos reaccionaron con sorpresa y luego hicieron bromas. Por supuesto, el video generó una oleada de críticas hacia el vloguero y también hacia YouTube, por no moderar el contenido. Muchos pidieron inútilmente que el sitio bajara el video, pero fue Logan quien lo borró. ¿Y YouTube? En silencio, mientras sus ingresos seguían llegando.

El chico se disculpó en un video que lleva más de 15 millones de reproducciones. Dijo que iba a guardar silencio para reflexionar y sí, dejó de postear casi un mes. A fines de enero reapareció con un video en el que electrocutaba a una rata muerta. Además, en un tuit (ya borrado) aludió al “Tide pod challenge”, una moda entre adolescentes que consiste en comerse una cápsula de detergente Tide, cuyos colores brillantes la hacen parecer un dulce pero cuya ingestión puede ser mortal. Logan Paul dijo que se comería una “Tide pod” por cada retuit de sus 4.2 millones de seguidores en esa red. Todo junto generó tal presión mediática que YouTube se vio obligado a adoptar una postura: a través de la cuenta @YouTube Creators, el 9 de febrero anunció que suspendería temporalmente la publicidad en el canal de Logan.

El mismo día, la plataforma compartió una nota en la que advierte que a raíz de situaciones recientes, en las que “un puñado de YouTubers” lastimó la reputación de su comunidad entre anunciantes, medios y el público en general, decidió que si un creador comparte “particularmente insolente, como una broma en la que personas son traumatizadas, si promueve violencia u odio, demuestra crueldad o exalta el dolor de otros en un intento por ganar audiencia”, ese creador puede perder sus ganancias publicitarias e incluso puede ver suspendido su canal.

 

El asunto es complejo e implica revisar de fondo temas como ¿qué responsabilidad tienen las plataformas digitales sobre el contenido que en ellas se comparte? ¿Pueden escudarse en decir que su neutralidad implica no censurar a los usuarios, mientras se benefician económicamente por videos dañinos? Si Google (dueña de YouTube) crea algoritmos que “premian” con difusión contenidos sustanciosos, ¿no es hora de que desarrolle algoritmos que detecten temas sensibles? Claro, la siguiente pregunta es aún más complicada: ¿quién define qué es un tema “sensible”?

Hace poco publiqué aquí en Neurona Magazine un texto sobre las nuevas leyes regulatorias en Alemania, mismas que pueden penalizar a Facebook con hasta 57 millones de dólares, si la plataforma no elimina contenido inadecuado en un plazo de 24 horas. Para ello, Facebook ha abierto dos centros de control de contenido. Claro, muchas voces se han alzado contra lo que consideran una nueva caza de brujas, donde la censura sea el criterio predominante.

Me parece que la pregunta en la base de la pirámide, mucho más allá del caso Logan Paul, es: ¿cómo lograr un justo medio entre libertad de expresión y moderación? No tengo la respuesta, pero me parece necesario que nos planteemos la pregunta y exijamos posibles soluciones por parte de las plataformas involucradas, que se enriquecen a diario sin ser reguladas por nadie.

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Escritora y editora con estudios en Contenidos Digitales, Universidad de Stanford. Dice que lo mejor que le ha pasado son su hija, las palabras y las pasitas con chocolate. Cree que nada conecta mejor que una historia bien contada, por eso el Storytelling y el Content Marketing son su especialidad.