A los emprendedores en nuestro país les sobran de ganas de hacer las cosas pero les faltan conocimientos elementales de administración y finanzas, y sobre todo la mentalidad para competir en la era digital, con herramientas y especialmente habilidades.
Hace apenas unos días, el INEGI dio a conocer datos demoledores: una empresa que nace en México tiene una esperanza de vida de 7.7 años, mientras que un negocio de 5 años podría vivir otros 9.9 años más; los negocios que hoy tienen 15 años, vivirán otros 16.3 años y las empresas con 20 años de operación vivirían otras dos décadas.
A los 20 años, solo sobrevive poco más del 9%.
El problema es serio.
Una amplia gama de investigaciones al respecto sugiere que entre las causas que originan la muerte de un negocio, están implícitos factores relacionados con el desconocimiento del mercado, del tipo de producto requerido, de los competidores, con técnicas y calidad del producto, de habilidades para vender, de su inserción en la cadena productiva; es decir según los expertos, factores de riesgo asociados con un bajo perfil innovador.
Pero aunque en la sociedad de la información, está demostrado que la ignorancia es una decisión, lo cierto es que el dinamismo empresarial de las pymes se da en el contexto de un modelo de desarrollo económico excluyente, no consecuente con las problemáticas sociales, basado en mano de obra no calificada y en capitales volátiles, sin procesos sofisticados de desarrollo, obsolescencia en el aparato productivo y baja generación de valor agregado.
Las pequeñas y medianas empresas representan casi el 70% del empleo que se genera en las regiones más dinámicas del país, pero en su gran mayoría carecen de las herramientas administrativas, mercadológicas, financieras y de producción que les permita sobrevivir más allá de los 6 años que es el promedio que duran operando.
Por otro lado, aunque México cuenta con una de las comunidades científicas más amplias y diversificadas; la influencia y el impacto de éste capital humano en el desarrollo de las empresas es reducida.
Esto se debe, en gran parte, a la escasa vinculación que ha existido entre las instituciones de investigación y desarrollo tecnológico, y los distintos sectores productivos.
Para los jugadores de la industria de la tecnología y la innovación, la realidad descrita por el INEGI representa una oportunidad histórica.
La limitada capacidad de las pymes para identificar sus necesidades de innovación, los fondos públicos para acceder a financiamiento, capacitación y asistencia técnica en este rubro reclama alternativas eficaces para superar esta situación.
Asimismo, un ecosistema digital que no incluya esquemas de divulgación científica entre empresas limita los vínculos en materia de cooperación y desarrollo tecnológico entre los sectores públicos y privados.
Si las cosas permanecen como hasta ahora, más empresas seguirán muriendo, habrá menos empleos disponibles y el desarrollo económico de nuestro país, seguirá siendo mediocre e insuficiente. (www.adanmoctezuma.mx)