De acuerdo con los expertos, nuestro cerebro no logra distinguir fácilmente entre la verdad y la ficción de nuestros pensamientos, situación por la cual en muchas ocasiones nos preocupamos por problemas que no sucederán. Sin embargo, lo más dramático es que ante a esa pérdida de tiempo mental, permanentemente nos desenfocamos y nos dejamos arrastrar. Por otro lado y de forma no menos alarmante, descartamos sucesos importantes, que por no tenerlos en nuestro foco de atención, los relegamos a un punto ciego.
De acuerdo con el psicólogo y autor Daniel Goleman, en su libro “El punto ciego. Psicología del autoengaño”, la capacidad del ser humano de autoengañarse podría eventualmente llevarnos a un desastre humanitario.
Goleman comenta que en principio deberíamos comprender la forma en la que estamos atrapados, ya que lo cierto es que el autoengaño es el más escurridizo de los procesos mentales y resulta imposible, en este sentido, darnos cuenta de lo que no nos damos cuenta.
El autoengaño, opera tanto a nivel de la mente individual, como a nivel colectivo. El precio que tenemos que pagar por pertenecer a cualquier grupo, es en muchas ocasiones el de no darnos cuenta de lo que puede ser evidente para otros (Por ejemplo, el asumir como algo “natural” la corrupción en todos los niveles que se vive en México).
Así, en diversas experiencias personales y sociales utilizamos el autoengaño para evadir la realidad, evitar asumir las consecuencias y deslindar nuestra responsabilidad. Ejemplos hay muchos y variados, como cuando los padres por optimismo creemos que la confianza será lo único que proteja a nuestros hijos de lo que miran por Internet o cuando creemos que es suficiente lo que hacen el gobierno y las empresas por cuidar el medio ambiente, pero nos desentendemos de nuestro compromiso individual por cuidar el entorno.
El autoengaño es un punto ciego, es aquello en lo que ni siquiera pensamos, porque como no estamos conscientes de ello, creemos que no existe. La incógnita es si estaremos eventualmente dispuestos a prestar atención en todo aquello que requiere de nuestro foco.
Sin duda, si queremos como individuos o sociedad cambiar el entorno para mejorar nuestras vidas, las finanzas, la comunicación, nuestras relaciones y la realidad de nuestro país, vale la pena preguntarnos: ¿Tenemos el valor de cambiar? ¿Estaríamos interesados en conocer nuestros puntos ciegos? ¿Estamos dispuestos a asumir nuevas responsabilidades? ¿Estamos listos para la transformación?
Agradezco tus respuestas en los comentarios y nos leemos hasta la próxima.